

Cae la nieve. Lo hace al comienzo de «No hay amor más grande», la primera película de la trilogía “La condición humana”. Símbolo de pureza, los copos se depositan de manera suave sobre Kaji y Michiko. Es de noche y ambos pasean por una calle solitaria. Japón ha entrado en la Segunda Guerra Mundial. Al igual que la nieve, un trágico destino parece precipitarse sobre el amor que la joven pareja trata de conservar entre sus dedos entrelazados.
Cae la nieve. Lo hace al final de «La plegaria del soldado», la última película de la trilogía. La guerra ha terminado y hemos acompañado a Kaji a lo largo de sus contradicciones, de su lucha por sobrevivir como militar, de la tenacidad con la que ha afrontado la dignidad de una existencia sin libertad. Ha sido un viaje en busca del hogar, o de eso que cada uno identifica como un hogar, representado para Kaji en el amor y los ideales que quedaron encerrados aquella noche, en aquel paseo nocturno junto a Michiko, bajo la nieve. Un viaje sin retorno, en realidad. Tal vez por eso el titulo de la segunda película sea “El camino a la eternidad”.
Desoladora reflexión sobre el imperialismo nipón, extenuante por momentos, pero siempre valiente, de manera especial al enfrentarse con los valores más grises que también envuelven lo épico y lo heroico.
Desde la introspección contenida pero enmarcando las imágenes en los acontecimientos históricos y naturales que golpean a los personajes, Kobayashi aborda hasta sus últimas consecuencias en esta monumental obra la condición que nos hace seres conscientes. Lo hace con una caligrafía fílmica precisa, que escarba en los rincones más oscuros para alumbrar la pureza nívea del alma humana.

Fotografías: https://www.imdb.com