

Una ciudad portuaria es un lugar abierto al mar, un laberinto de paso, ese enclave envuelto en una niebla de esperanza, esa tierra de nadie de la que todos quieren salir y donde acaban fondeando los amores perdidos.
Todo esto es el puerto francés de Le Havre en los años treinta. Y de todo esto habla la película de Marcel Canré. Se siente y se palpa en primera persona el ambiente portuario en cada calle empedrada, en cada taberna de mala muerte, en la actividad frenética de los muelles de carga y descarga, en ese sonido desgarrador de las sirenas de los buques, naves que se alejan hacia destinos tropicales, tierras cálidas, soleadas, repletas de oportunidades, una nueva vida en Panamá o Venezuela.
Como buen cruce de caminos, Le Havre es un hervidero de historias cuyos intereses acaban embistiendo unos con otros.
Los tres personajes principales están desarrollados con hondura. Lucen vulnerables, perdidos en la bruma, atados al mástil de la vida que les ha tocado vivir, pero incapaces de dejar de escuchar el canto de amor de las sirenas, a la deriva, en el curso de ese sentimiento. El amor es el puerto donde les gustaría arribar y fondear.
Es éste un drama con aliento poético, que tal vez se inspire en los aires románticos de “L’Atalante” (Jean Vigo, 1934) pero que exhala lo que, en muy poco tiempo, será el turbio humo de fatalismo del género ‘noir’.
Las interpretaciones del rotundo Jean Gabin, de la radiante Michèle Morgan y del gran Michel Simon son antológicas. Los diálogos existencialistas de Jacques Prévert son para enmarcarlos. Eugen Schüfftan ilumina el rostro de los amantes en primeros planos arrebatadores. Todo suma aquí: la prodigiosa luz de las escenas nocturnas; los sets de rodaje bajo la dirección artística de Alexandre Trauner, donde hasta el más mínimo detalle refuerza los sentimientos expresados en cada plano; el vals compuesto por Maurice Jaubert y que refleja de manera hipnótica los vaivenes de los anhelos flotando en las olas; y, por último, la elocuente puesta en escena de Marcel Carné, repleta de recursos, de genialidades y de entrega.
Íntima, conmovedora e inolvidable. En definitiva, si “El muelle de las brumas” no es una obra maestra, se parece mucho.

Título original: Le Quai des Brumes. Año: 1938 Duración: 91 min. País: Francia. Dirección: Marcel Carné. Guion: Jacques Prévert (Novela: Pierre Dumarchais) Música: Maurice Jaubert. Fotografía: Eugen Schüfftan. Reparto: Jean Gabin, Michèle Morgan, Michel Simon, Pierre Brasseur, Édouard Delmont, Raymond Aimos, Robert Le Vigan, Martial Rébe, Marcel Pérès, Jenny Burnay, René Génin, Roger Legris. Productora: Ciné-Alliance.
Fotografías: https://www.imdb.com